Sorprende Arabia Saudita: gana a Argentina 2-1 en Mundial
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Saudíes le cortan racha de 36 partidos sin perder a la selección del país sudamericano
Por Omar Peralta/Yahoo-Noticias
QATAR.- Arabia Saudita montó una rebelión contra la lógica en Qatar 2022. Los 36 partidos sin perder de Argentina llegaron a su fin en el Estadio Lusail. La mística inmortal de los Mundiales se teje de historias que nacen en la fugacidad. Cinco minutos de inspiración han eternizado a una oncena que asumió el rol de víctima desde el sorteo. En los hechos, han dado el primer batacazo de la Copa del Mundo: una página de oro que será revisitada hasta el final de los tiempos.
Argentina quiso abrir el partido rápido. Lo intentó Messi en un aviso tempranero. Arabia fue espectador de primera fila. A los 7 minutos, Paredes cayó derribado en el área. Slavko Vinvic revisó el VAR y, en una exageración prescindible, marcó penal. Messi no ha entendido jamás de burocracia. Cobró suave a la derecha del arquero, totalmente vencido sobre su izquierda. El gol liberó toda tensión preexistente, pero limitó el campo creativo del poderío albiceleste. Aparentaban tenerlo todo bajo control.
Y las apariencias mueren tarde o temprano en el futbol. La Albiceleste se tomó el trámite a la ligera. En un primer tiempo incoloro, Arabia Saudita se doctoró en tirar el fuera de juego. Hasta en siete ocasiones, los delanteros argentinos vieron frustradas sus comparecencias en el área. Messi lo padeció, con un tanto al cesto de basura. Lautaro Martínez marcó dos goles, ambos con resoluciones exquisitas, que fueron anulados. Los alumnos del carismático Hervé Renard jugaron al filo del riesgo para contrarrestar el arsenal enemigo. El 1-0 al intermedio les complació como recompensa al método de tirar la línea y descolocar a los alfiles argentinos.
La monotonía de un partido que apuntaba a lo predecible se rompió cuando Leandro Paredes perdió el balón en el mediocampo. Fue el punto de quiebre para todos. Arabia Saudita golpeó en el primer intento. No habían tirado al arco en todo el partido cuando Saleh Al-Shehri cruzó a Emiliano Martínez para sellar el empate al 47′. El estupor se adueñó de la atmósfera. Ya era una gesta. Y faltaba el clímax: el shock tuvo efecto duradero para los de Scaloni.
La comprobación de que el futbol es un estado de ánimo, llegó cinco minutos después. Salem Al-Dawsari regateó a Cristian Romero y dibujó con una pluma dorada: su derechazo puso de cabeza al mundo. El 2-1 no entraba en el vaticinio de nadie. Y el futbol, ese juego desnaturalizado hasta el hartazgo, volvió a ser futbol. Se vaciaron las cestas de superioridad y, cómo no, después de un doble baldazo de agua fría.
La reacción desde el banco fue inmediata. Entraron Julián Álvarez, Enzo Fernández y Lisandro Martínez. No había tiempo para contemplaciones. Messi entró en su faceta más organizadora mientras Di María cabalgaba a toda marcha para abrir a la defensa saudita. Le sobraron revoluciones a una Argentina desbocada, pero no tuvieron serenidad ni precisión. Sin esas luces, todas las acometidas fueron estériles. Arabia ya no causó grandes sensaciones de peligro, pero se defendió con la estoicidad que ameritan las noches eternas.
El tiro libre de Messi, a los 80 minutos, fue el punto álgido de la frustración. No hubo rescate heroico. La escena posterior, el gesto fatalista en la cara del diez, referenció las noches más tristes: la de Córdoba en 2011 contra Uruguay; las finales ante Chile; Maracaná en 2014. El peso de la historia reciente victimó a una Argentina que se había sacudido sus fantasmas el año pasado con la obtención de la Copa América.
Nadie los puede enterrar con anticipación. Siguen siendo ellos. Ya se saben falibles y, quizá, eso los vuelva más peligrosos que nunca. El carácter de Messi y sus colegas enfrentará el examen definitivo. Arabia Saudita, el peón en el tablero, hoy se irá a dormir con la gloria entre los brazos. México y Polonia ya no ven tres puntos seguros contra ellos. Hoy saldrán a jugar con más tensión de la presupuestada: no pueden fallar. Les esperan el gigante herido y el pequeño gigante. El Grupo D arde en llamas y esto apenas empieza.